Hace algunos días nos levantábamos con la noticia de que Ramón Tamames, economista y antiguo dirigente del PCE, recibía del líder del partido ultraderechista Vox, Santiago Abascal, el ofrecimiento para ser el candidato a Presidente del Gobierno en una nueva moción de censura impulsada por los neofranquistas contra el actual gobierno de coalición.
El “distinguido” ex-comunista señalaba que “era un honor” aceptar el ofrecimiento ya que rechazarlo, según Tamames, significaría “dejar pasar una ocasión de prestar un servicio imprescindible a la nación”. Pero ¿por qué alguien que ha luchado por la democracia y las libertades en España se ofrece a semejante maniobra por parte de los que representaron el pasado más oscuro de nuestra historia y contra lo que el propio Tamames combatió en su juventud?
La deriva de Ramón Tamames no sorprende a quienes hemos seguido su evolución. Nacido en el seno de una familia burguesa, se incorporó al Partido Comunista de España en 1956, tras la eclosión de multitud de huelgas estudiantiles contra la dictadura franquistas en las que el propio Tamames participó. En 1976 entró en el Comité Ejecutivo cuando el Partido Comunista de España se encontraba en debates transcendentales para su desarrollo, apostando siempre por una visión ideológica reaccionaria y reformista, camuflada de renovadora, que defendía la conciliación de clases contraria a los principios fundamentales del marxismo y la lucha de clases. Más tarde fue elegido diputado en las elecciones generales de 1977 y 1979. Así mismo también desempeñó su actividad como concejal en el Ayuntamiento de Madrid y fue nombrado Teniente de Alcalde bajo la administración de Enrique Tierno Galván.
El renegado Tamames fue en su tiempo un firme partidario del eurocomunismo, concepción político-ideológica surgida en algunos partidos comunistas de Europa occidental críticos con la URSS y la Revolución Socialista, que promovía una transición gradual al socialismo a través de la participación electoral en las instituciones burguesas; una teoría que fracasó y que culminó con la desaparición en algunos casos y la pérdida de apoyo social en otros de los partidos comunistas que la asumieron como propia (Italia, Francia, España…). Como dirigente del PCE, Tamames defendió la federalización del Partido y también una política de “concertación social” que, según el mismo, ayudaría a consolidar el Estado “de las autonomías y la democracia”. Esta política de “concertación social” se trataba en la práctica del abandono del modelo de partido de vanguardia y lucha social, con una estructura organizativa vinculada a los centros de trabajo y la intervención en los conflictos sociales. Queriendo transformar al Partido Comunista en un Partido Socialdemócrata al uso, transformándolo de facto en una maquinaria electoral centrada en lograr la máxima representación electoral. Para su propósito, llegó a encabezar una corriente en el PCE, los llamados “renovadores”, que culminaría con la salida en bloque del Partido Comunista de éstos. Así como en una aceptación y defensa acrítica de la monarquía constitucional y una política de alianzas (a efectos prácticos de subordinación) con el PSOE argumentando que el objetivo era conseguir la “unidad de la izquierda”.
El renegado Tamames ha llegado a manifestar: “yo estaba en el PCE porque había que promover una Constitución democrática. Había leído más de Marx que la mayoría de mis compañeros, pero no estaba por el marxismo-leninismo”; y añade también que él “no creía en esas ideas de socializar o nacionalizar los medios de producción” o “no éramos comunistas, éramos personas que queríamos luchar por las libertades en época de Franco y estuvimos en el PCE, que era el partido de lucha”.
Nuestro protagonista terminó abandonando el PCE en 1981 para, justo después, fundar su propio partido, Federación Progresista, organización que participó en la fundación de Izquierda Unida en 1986. En 1989 profundizó su deriva derechista y se afilió al Centro Democrático Social de Adolfo Suarez. Posteriormente abandonaría la política para dedicarse plenamente a su labor académica.
El propio Tamames señaló que nunca fue comunista. Es decir, su objetivo real era la transformación de nuestro país en una “democracia europea en el seno de la OTAN y la Comunidad Económica Europea óptima para hacer negocios”. Su militancia fue relativamente cómoda, desde sus cargos políticos e institucionales impulsó su carrera académica y empresarial. Puede que fuese un infiltrado, un enfant terrible que quisiera desafiar la moral de su entorno burgués; o simplemente alguien que se sintió sinceramente comunista pero que su alejamiento progresivo de la realidad de la clase obrera y «pisar moqueta» le hiciese evolucionar hacia posturas más provechosas para su promoción profesional. No es la primera vez que ocurre algo así y posiblemente no será la última. La degeneración ideológica del renegado no es algo extraño, hay numerosos ejemplos de antiguos intelectuales comunistas o radicales que se han pasado al neoliberalismo o a la reacción más oscurantista (Fernando Savater, Bernard-Henri Levy, Mario Vargas Llosa…). Sin embargo, debemos preguntarnos cómo alguien que militó en la clandestinidad en el mismo Partido que Dolores Ibárruri y José Díaz ha podido tener esta evolución.
Nada puede asegurarnos que un comunista no cambie su visión del mundo hasta adoptar posturas abiertamente socialdemócratas o reaccionarias. Un aviso a navegantes que debería ponernos en alerta para mantener la oportuna vigilancia y análisis en la aparición y apoyo acrítico de tantos proyectos individualistas con hiperliderazgos, que potencian la parte más ególatra y narcisista de las personas, y que no se someten a la democracia colectiva y parten de la máxima centralidad burocrática. La ausencia y la falta de promoción y peso de los líderes intelectuales obreros como Marcelino Camacho, Gerardo Iglesias… hace que estos procesos se agudicen y acaben en desencanto social con nuestras organizaciones obreras. Hace falta menos culto a la personalidad y más “programa-programa-programa”.
Se vive y se trabaja por las ideas y se lucha con el partido. Trepas, oportunistas y vividores los ha habido siempre; nuestra tarea también consiste en desenmascararlos. Nuestros fines son tan justos, que el renegado Tamames no puede camuflarse bajo el paraguas del PCE y mucho menos del comunismo.
Edgar Téllez y Darío López.
Militantes del PCE en Ciudad Real.