Rusia: ¿país agresor o víctima del imperialismo?

Seguro que el lector habrá escuchado en los últimos meses en los medios de comunicación convencionales occidentales –posiblemente hasta la saciedad- que de forma inminente la Federación Rusa va a invadir Ucrania. Pero ¿es esto cierto?

En este artículo de opinión pretenderemos dar respuesta a esta cuestión.

Para abordar esta problemática tan compleja es necesario explicar una serie de cuestiones fundamentales como son la naturaleza de la OTAN y la Federación Rusa, así como los intereses geopolíticos y económicos de las potencias occidentales, el proceso de disolución de la URSS y la desintegración de Ucrania como estado desde entonces, y el golpe de estado de 2014 que profundizó la grave crisis que lastraba al país.

 

La naturaleza imperialista de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)

Para comprender la naturaleza de la OTAN es necesario conocer el contexto histórico en el que se fundó. Durante la Guerra Fría esta alianza militar fue impulsada por las principales potencias imperialistas -con EE.UU. a la cabeza- con el principal objetivo de “defenderse” de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y sus aliados. Ya en aquel momento se reafirmaba su necesidad para contrarrestar una posible “invasión soviética” de Europa, invasión que nunca se produjo. De hecho, ni el país contra el que se dirigió -la URSS- ni el bloque de alianzas militar anti-OTAN -el Pacto de Varsovia- existen a día de hoy. A pesar de ello, continúa la existencia de la OTAN y su política agresiva ahora se dirige especialmente contra Rusia y China, países que considera sus principales enemigos actualmente.

Cuando denunciamos el carácter imperialista y agresivo de la OTAN lo hacemos con todas las de la ley: todos recordamos las invasiones por parte de esta alianza a países soberanos como Afganistán, Libia y la antigua Yugoslavia (y luego a Serbia). Tampoco podemos olvidar el papel oscuro jugado por la OTAN durante la Guerra Fría en países occidentales como Italia, Bélgica, Francia o España con el desarrollo de la denominada “Operación Gladio”, bajo la cual se organizó a grupos armados –muchos de ellos pertenecientes a organizaciones fascistas- para que realizasen actos terroristas contra militantes de organizaciones de izquierda, especialmente contra los partidos comunistas, realizando incluso atentados de falsa bandera contra civiles para combatir lo que denominaban la “amenaza roja”. Esta operación fue reconocida por el Primer Ministro italiano Giulio Andreotti el 24 de octubre de 1990.

La pertenencia a la OTAN permite a los países que la integran saquear a otros, pero formar parte de dicha alianza militar imperialista tiene su contrapartida: la pérdida de su soberanía en asuntos militares y geopolíticos e internacionales, sometiéndose a los intereses particulares de EE.UU. en estos ámbitos. Además, pertenecer a esta organización también supone un importante incremento del presupuesto militar en armamento, recursos que bien se podrían utilizar para otras actividades más productivas y éticamente aceptables. Por último, pertenecer a la OTAN sitúa a los países que la integran como agresores o como mínimo cómplices de las intervenciones imperialistas a otros países soberanos que no se someten a los intereses otanistas, situándolos a su vez como objetivo militar estratégico de aquellos países agredidos por la OTAN.

 

La disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y sus consecuencias: Ucrania un estado en crisis permanente

Para comprender este conflicto también es necesario retrotraerse a la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en el verano de 1991, cuando Yeltsin firmó junto a los presidentes de Ucrania y Bielorrusia los denominados tratados de Belavezha. Este acontecimiento fue muy bien recibido por las potencias occidentales que llevaban soñando con desmembrar primero al Imperio Ruso, y a la URSS después, desde el siglo XIX, siguiendo la consigna de “divide y vencerás” (una Rusia fragmentada es una Rusia débil y manejable).

Cabe decir que dicho tratado fue firmado en contra de la voluntad de los pueblos soviéticos que el 17 de marzo de 1991 votaron en un referéndum sobre la permanencia o disolución de la URSS: el 77.8 % de los votantes respaldó la permanencia del sistema socialista soviético. En el caso ucraniano el 70,2% votó a favor de que la URSS siguiera existiendo. Actualmente, la mayoría de la población ucraniana y rusa –así como de otros países que formaron parte de la URSS- consideran que la disolución de la Unión Soviética fue una catástrofe que no debió de producirse (esto puede verse en las diferentes encuestas realizadas).

Como remplazo a la URSS tras su disolución, se creó la Comunidad de Estados Independientes (CEI), donde Rusia y Ucrania formaron parte de ella entre otros.

Con la desintegración de la URSS, las potencias imperialistas –y la OTAN- negociaron con la recién constituida Federación Rusa una serie de acuerdos que respondiesen a las inquietudes de seguridad geoestratégica de ésta última. Entre los acuerdos se encontraba la no incorporación a la Alianza Atlántica de los países que anteriormente habían formado parte de la URSS y del Pacto de Varsovia. En 1990, el entonces secretario de Estado norteamericano garantizó que «la jurisdicción de la OTAN y sus fuerzas militares no se moverán ni un centímetro hacia el este». Sin embargo, esos acuerdos fueron trasgredidos sistemáticamente por las potencias imperialistas, integrándose uno tras otro los países fronterizos con Rusia como los estados bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), Polonia, Bulgaria, etc.

Actualmente, podemos ver como las bases militares de la OTAN rodean a toda la Federación Rusa lo que supone una clara amenaza para la seguridad nacional de este país. También hay que añadir los continuos ejercicios militares de la OTAN cerca de las fronteras de Rusia y también las continuas violaciones del espacio aéreo y marítimo de Rusia por parte de aviones y buques otanistas que son cada vez más frecuentes.

Expansión de la OTAN hacia las fronteras de Rusia entre 1990-2009

 

La situación de Ucrania una vez se constituyó como estado independiente, tanto a nivel económico como a nivel político, fue desastrosa: las privatizaciones de las empresas públicas sumieron al país en una profunda crisis económica y social, además el poder quedó en manos de las denominadas oligarquías que no permitieron que el Estado se fortaleciese, generando una situación de gran inestabilidad que dura hasta nuestros días. Paradójicamente, en otras repúblicas exsoviéticas como Bielorrusia o la propia Rusia se revirtió esta situación con el fortaleciendo del poder del Estado obligando a los magnates privados a asumir la primacía de los intereses nacionales frente a los propios.

Tras la hecatombe de los años noventa, la política de Ucrania se caracterizaba por la lucha de dos sectores oligárquicos que se alternaban en el poder sin llegar a un enfrentamiento abierto pues su enemigo común era el todavía poderoso Partido Comunista de Ucrania. Por un lado, estaban los oligarcas vinculados económicamente y geopolíticamente a Rusia; y por otro lado, los vinculados a Occidente. Aunque que el programa socio-económico de ambos sectores era el mismo: profundamente neoliberal y anticomunista (que se traducía en anti-izquierda en general).

No obstante, para comprender bien esta dicotomía entre ambos sectores oligárquicos hay que tener en cuenta la diversidad cultural y étnica de Ucrania: el occidente es de lengua ucraniana, está menos desarrollado económicamente (ruralizado), poco poblado e históricamente se encuentra más vinculado a Occidente; el Oriente y Sur del país es de lengua rusa, está más industrializado y ricamente poblado e históricamente está más vinculado a Rusia. Esta situación favorece que ambos bandos tengan dificultades de imponerse al otro, obligándolos a alinearse con una posición geopolítica u otra (unos con Occidente otros con Rusia). Además, Ucrania es un país que tiene importantes minorías étnico-lingüísticas: la rusa (25% de la población en 2014), que es la mayoritaria; y otras como los tártaros, los búlgaros, los rumanos, los húngaros y los griegos. Aunque las limpiezas étnicas llevadas a cabo desde el triunfo del golpe del Euromaidán han reducido su número de forma importante.

 

El Euromaidan y la guerra civil ucraniana

La revuelta de Maidán comenzó como movimiento popular en noviembre de 2013 en protesta por la suspensión del Acuerdo de Asociación y el Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea (UE) por parte del gobierno pro-ruso encabezado por V. Yanukovich, que a su vez apostó por aumentar el comercio con la CEI. Tampoco hay que olvidar que el gobierno prometió suprimir la «descomunización», que había llevado a la prohibición del Partido Comunista de Ucrania y el uso de símbolos comunistas, así como potenciar la lengua rusa.

Es en este contexto cuando comienza a fraguarse un golpe de estado instrumentalizando las protestas populares por parte del sector oligárquico pro-occidental y los nacionalistas ucranianos (muchos de ellos fascistas) con el apoyo de sus socios estadounidenses y europeos (especialmente polacos y alemanes) y sus medios de comunicación que pronto criminalizaron al gobierno de V. Yanukovich que había sido democráticamente elegido. No olvidemos que políticos occidentales destacados, entre ellos primeras figuras de Estados Unidos y los ministros de exteriores de Alemania, Polonia, países bálticos, etc. se presentaron en la plaza de Kíev congraciándose con los manifestantes.

Estos sectores opositores pro-occidentales no tenían el suficiente apoyo social para desalojar al gobierno pro-ruso y decidieron recurrir a la extrema derecha ucraniana, herederos de la tradición “banderovski” (fascismo ucraniano), para que fueran sus fuerzas de choque para derrocar al gobierno de V. Yanukovich que había elegido democráticamente en 2010. Estas fuerzas nazi-fascistas ya habían sido entrenadas años atrás por agencias de inteligencia occidentales y la OTAN, siguiendo la tradición otanista de organizar a estos grupos como fuerzas de choque contra quienes no se someten a los intereses de Occidente (véase lo antes mencionado sobre la Operación Gladio). Y por supuesto, estos fascistas han sido blanqueados por Occidente e incluso se les ha encumbrado como “defensores de la libertad” (algo muy recurrente por parte de Occidente y la OTAN como ya vimos en Libia o Yugoslavia).

Militares fascistas del Batallón Azov posan con simbología nazi y con la bandera de la OTAN

En febrero de 2014 la violencia se desató contra el gobierno, varios manifestantes y policías fueron asesinados con rifles de precisión desde las alturas por paramilitares pro-occidentales para desacreditar al gobierno ante la opinión pública del país e internacional. Y finalmente, el 20 de febrero, el gobierno cayó y el presidente ucraniano huyó a Rusia. De esta forma los ultra-nacionalistas ucranianos toman las riendas del Estado con la ayuda de las organizaciones paramilitares fascistas (estas últimas se integraron en la policía y el ejército ucraniano como el conocido Batallón Azov).

Tanto EE.UU. como otros países de la OTAN con su apoyo al golpe de estado contra el gobierno de Yanukovich agravaron la crisis ucraniana al encumbrar al poder de los ultranacionalistas pro-occidentales. Desde ese momento el nuevo gobierno llevó a cabo una dura represión contra sus opositores (ilegalización de partidos más votados en la zona rusoparlante y del Partido Comunista de Ucrania) y también se promulgaron leyes discriminatorias contra la población rusófona con el objetivo de prohibir el uso de la lengua rusa. No está de más señalar que en Letonia (otra república exsoviética) 1 de cada 3 ciudadanos pertenece a la importante minoría rusoparlante pero el gobierno letón -profundamente antiruso- mantiene sin derechos a más del 30% de su población por su origen étnico no letón y por hablar lengua rusa.

La represión del gobierno ucraniano alcanzó un momento cumbre con la masacre de Odessa, donde miles de personas se manifestaron contra el nuevo gobierno de Kiev salido del Maidán y contra el nacionalismo ucraniano anti-ruso. La respuesta del gobierno fue la masacre de la Casa de los Sindicatos del 2 de mayo, ejecutada por militantes de extrema derecha movilizados de todo el país –entre ellos militantes de las organizaciones “Svoboda” y “Pravy Sektor”- que se saldó con 46 muertos y 214 heridos, muchos de los cuales fueron quemados vivos en el edificio que había sido incendiado con cócteles molotov ante la pasividad de las autoridades (actualmente este crimen sigue impune y no se ha detenido a los culpables).

Esta situación sembró el terror en el este y sur de Ucrania, precipitando los acontecimientos: por un lado, algunas zonas del país atenazadas por el miedo se rindieron al gobierno; pero otros territorios, concretamente las regiones de Donetsk y Lugansk (región del Donbass) declararon su independencia (republicas autoproclamadas) y comenzaron a organizar una fuerte resistencia popular armada; por otro lado, la región de Crimea se reintegró a la Federación Rusa mediante un referéndum, donde participó el 82% de la población, que se saldó con un 95% de los votos por la reintegración en Rusia. En relación a esto último, los medios de comunicación occidentales han presentado la reintegración de Crimea en Rusia como una ocupación, obviando que Crimea es rusoparlante (80% de la población) y étnicamente rusa. Además ocultan deliberadamente que Crimea formaba parte de Rusia desde el s. XIX y que ésta se desgajó de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR) para integrarse en la República Socialista Soviética de Ucrania en 1954. Esta cesión en tiempos de la URSS no generó ningún tipo de conflicto debido al carácter socialista e internacionalista del régimen soviético, sin embargo, cuando la URSS desapareció y los recelos nacionalistas resurgieron, esto pasaría a ser un problema.

Ante esta situación, el gobierno de Kiev envió al ejército y también a sus fuerzas de choque ultraderechistas contra el Donbass, desencadenando un conflicto civil que dura hasta nuestros días. Ya se contabilizan 14.000 muertos y centenares de miles de refugiados y desplazados de habla rusa, fundamentalmente a la vecina Rusia, debido a la limpieza étnica llevada a cabo por el ejército y los fascistas ucranianos. Esta situación ha sido bien silenciada o bien analizada por la prensa occidental desde la perspectiva ucraniana como en el caso de la masacre de Mariupol.

A pesar de los acuerdos Minsk I y Minsk II, que buscaron una salida pacífica al conflicto y establecieron un alto el fuego, las Fuerzas Armadas de Ucrania y la OTAN han intensificado la actividad militar en el Donbass y cerca de las fronteras rusas. Mientras tanto, Estados Unidos despliega sus fuerzas militares y armamento ofensivo en los países de Europa del Este, poniendo a Europa en situación de peligro como posible campo de batalla. En respuesta, Rusia realiza también periódicamente ejercicios militares de tropas en su propio territorio.

Por tanto, como podemos ver, no es que vaya a comenzar de forma inminente una guerra entre Rusia y Ucrania sino que la guerra ya comenzó en Ucrania en 2014 y continúa sin solución a día de hoy.

Los intereses económicos y geopolíticos de EE.UU. y la UE en el conflicto con Rusia

A nivel geopolítico el recrudecimiento de las tensiones con Rusia tiene un claro objetivo para la administración norteamericana: la reactivación de la amenaza rusa sobre Europa permite alejar a ésta del bloque euroasiático impulsado por Rusia y China. No hay que olvidar que EE.UU. se encuentra en un momento de decadencia económica y geopolítica frente al auge de la República Popular China. La alianza sino-rusa y el potencial acercamiento de Europa a Eurasia no interesan a EE.UU., por esa razón intentan engañar a Europa agitando el espantajo de la amenaza rusa para evitar dicho acercamiento que beneficiaría a Europa pero que perjudicaría a EE.UU. en su interés de ser la única potencia dominante en el mundo. A fin de cuentas, para los estadounidenses, Ucrania es un peón a sacrificar, es solo carne de cañón contra Rusia.

A nivel económico EE.UU. atraviesa un duro periodo de inflación y su deuda pública es galopante. En situaciones similares, el gobierno norteamericano ha recurrido a la guerra con el objetivo de revitalizar su economía potenciando su poderosísimo complejo industrial-militar bien mediante la intervención militar directa o bien mediante la venta de armamento a sus aliados. De hecho, la oposición ucraniana ha denunciado que su país está cada vez más inundado de armas y que es EE.UU. quien saca tajada de ello ya que venden el material al triple de su precio. Concretamente en 2021 el gobierno estadounidense entregó a Ucrania 650 millones de dólares en ayuda militar a los que hay que añadir otros 2,7 mil millones que han entregado desde 2014.

También hay importantes intereses económicos norteamericanos en Europa, especialmente en lo que a producción y suministro de energía se refiere: Rusia proporciona una media del 40% del gas que consume Europa. Un mercado muy jugoso que EE.UU. ambiciona pero que difícilmente puede conquistar pues su gas es mucho más caro que el ruso ya que hay que transportarlo en barco a través del Atlántico.

La situación de inestabilidad en la que se encuentra Ucrania, derivada del conflicto interno en Ucrania desde el Euromaidan y el aumento de las tensiones con Rusia, han afectado al suministro de gas ruso a Europa pues el gaseoducto atravesaba territorio ucraniano. Fue así como nació el proyecto conocido como Nord Stream 2 que consiste en construir un nuevo gaseoducto que atravesase el Mar Báltico desde Rusia hasta el norte de Alemania. Cabe señalar que este gaseoducto tiene el apoyo del gobierno alemán, pero ha sido (y es) duramente saboteado por EE.UU. que desea que no entre en funcionamiento o si lo hace, mediante sanciones forzar a Rusia para que suba los precios del gas y que así sea menos competitivo. Ahora que está terminado solo está funcionando parcialmente (si lo hiciera a toda potencia se solventaría la situación de desabastecimiento que sufre Europa con el consiguiente reducción del precio) por culpa de las fuertes presiones del gobierno estadounidense a Alemania, a pesar que dicho país es el principal consumidor del gas ruso y el principal interesado en mantener el suministro del gas ruso mucho más barato que el norteamericano.

Como podemos ver, la política de EE.UU. está perjudicando los intereses de los países europeos: esta contradicción de intereses entre Europa y EE.UU. provocada por la dependencia energética de Europa se resuelve, como en otras ocasiones debido a la política de vasallaje de la UE y los gobiernos europeos a los Estados Unidos de América, en la subordinación de las necesidades de la población europea -gas barato y abundante- a los intereses norteamericanos, de las empresas exportadoras de Gas Natural Licuado (LNG) y del complejo militar-industrial norteamericano.

Por otro lado, Rusia depende de las exportaciones de sus materias primas, entre ellas el gas que suministra a Europa. Si Rusia perdiese dicho mercado se reducirían sus ingresos y su economía se resentiría, por lo que EE.UU. saldría ganado con ello. De hecho, con la crisis actual, las importaciones de GNL estadounidense a Europa están batiendo records.

Por último, se da otra circunstancia de carácter político interno a tener en cuenta: el presidente de los EE.UU., Joe Biden, necesita una nueva guerra para reducir las tensiones nacionales internas y para revertir el descenso de aceptación popular de su administración.

Existen muchos casos históricos como el de Lyndon B. Johnson con Vietnam, el de R. Reagan con Granada, el de Bush Padre con la Guerra del Golfo Pérsico, el de Clinton con la destrucción de Yugoslavia, Bush Hijo con Iraq y Obama con Libia. No obstante, la derrota en una guerra tiene consecuencias indeseadas como desencadenante de cambios políticos y sociales en el país agresor, cosa que Biden debería tener en cuenta antes de comenzarla.

 

El papel de España en la agresión de la OTAN a Rusia

Concretamente, el Estado español juega un papel activo en la agresión a la Federación Rusa como país imperialista que pertenece a organizaciones imperialistas supranacionales como la OTAN y la UE. Concretamente, el gobierno de España ha movilizado dos buques militares, ha puesto a disposición de la OTAN cazas de combate así como también 300 efectivos que desde hace unos años están acuartelados en Letonia. Tampoco olvidemos que en nuestro país todavía la OTAN conserva bases militares como las de Rota o Morón de la Frontera.

De hecho, en España recientemente se ha ratificado el “Convenio de Permanencia de las Bases militares de Soberanía Estadounidenses”, con el silencio cómplice mediático para que pase sin pena ni gloria, ocultando el riesgo que comportan estas instalaciones desde las que se agrede a Rusia (y a otros países) para el pueblo español.

Bien es cierto que Estados Unidos de América posee el ejército más poderoso del mundo pero no es menos cierto que el ejército ruso es de los más modernos del mundo. Además, como ya hemos señalado, Rusia tiene poderosos aliados, entre ellos la República Popular China. ¿Qué podría hacer España ante un ataque de Rusia? En nuestro país no tenemos sistemas antimisiles que puedan hacer frente a los misiles rusos por lo que no es difícil de entender que nuestro país desapareciese del mapa ante un ataque con misiles rusos.

Para más inri este año se celebrará en Madrid una cumbre de la OTAN los días 29 y 30 de junio, coincidiendo con el 40 aniversario del ingreso de nuestro país en la misma. No está de más recordar como nuestro país entró en la OTAN mediante el Referéndum del 12 de marzo de 1986 impulsado por el Gobierno de Felipe González, cuyo partido al que pertenecía –el PSOE- previamente hizo una campaña contra la OTAN. A pesar del poderoso movimiento anti-OTAN impulsado por organizaciones antiimperialistas y pacifistas como el Partido Comunista, ganó finalmente la integración en la OTAN con el 56% de los votos a favor. Sin embargo, hay que añadir que las condiciones que establecía el referéndum, incluidas en la papeleta de votación, para la permanencia en la OTAN se han incumplido. Por ejemplo la no incorporación a la estructura militar integrada, la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español y la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos en España (de hecho ésta ha aumentado).

Por tanto, como ayer sigue siendo tan necesario reivindicar el no a la guerra, la salida de España de la OTAN, el cierre de las bases extranjeras y una política exterior no injerencista en los asuntos internos de otros estados.

 

¿Es la Federación Rusa una potencia agresiva e imperialista?

Desde tribunas de izquierda, incluso algunas comunistas, se afirma que la Federación Rusa es un país imperialista y por tanto este conflicto es de tipo inter-imperialista como lo fueron otros como la Primera Guerra Mundial.

Cierto es que la Federación Rusa no es la Unión Soviética y por lo tanto no es una superpotencia socialista, sino una potencia capitalista intermedia. Que un país capitalista como Rusia establezca relaciones de dominación sobre otros países más débiles de su entorno no la convierte en potencia imperialista porque entonces todo país capitalista, incluidos los menos desarrollados, también lo serían. También hay que señalar que Occidente está desplazando a Rusia de sus esferas de influencia histórica, sumando a los países de Europa del este a su cruzada anti-rusa. ¿Si defenderse de esto es imperialismo, que es entonces 800 bases militares en más de 70 países y más de 200.000 militares repartidos por todo el mundo como tiene Estados Unidos de América?

Según V. Lenin la esencia del imperialismo es de tipo económico: una potencia imperialista se caracteriza por tener papel dominante en la economía mundial mediante una alta tasa de exportación de capitales. Si analizamos los datos macroeconómicos de la Federación Rusa podremos ver como: por un lado, es un país dependiente de la producción de hidrocarburos y otros productos primarios, ocupando el rol de los países en vías de desarrollo; por otro lado, y en relación a la exportación de capitales rusos, éstos tienen un papel escaso en la economía mundial. Por tanto, el capitalismo ruso no juega un papel destacado en la explotación de los pueblos del mundo como sí lo hacen EE.UU., Francia, Alemania, Japón, España, Canadá, Australia, etc.

En definitiva, no se puede confundir imperialismo con poderío militar. El imperialismo es la dominación económica a nivel internacional mediante la exportación de capitales.

Tampoco se puede olvidar que en el ámbito geopolítico, la Federación Rusa se encuentra alineada con otras potencias anti-imperialistas como Cuba, Bielorrusia, Vietnam, Siria o China. Estos países, incluido Rusia, desechan la visión del mundo unipolar de EE.UU. y por el contrario apuestan por la multilateralidad y el respeto del derecho internacional, especialmente a la no injerencia en los asuntos internos de otros países.

Por tanto, las posiciones equidistantes de “ni la OTAN, ni Rusia” solo benefician a la ofensiva militar y mediática del imperialismo que acusa a la Federación Rusa de imperialismo, ocultando la verdadera naturaleza imperialista de los EE.UU., la UE y la OTAN. En este conflicto las víctimas son la Federación Rusa y la población ucraniana rusófona del Donbass, y los verdugos son el gobierno ultra-nacionalista de Ucrania que lleva desde 2014 haciendo la guerra a su propio pueblo con el apoyo de EE.UU., la OTAN y la UE.

Para finalizar, recordemos las importantes palabras del activista estadounidense Malcolm X sobre los medios de comunicación imperialistas: “Los medios de comunicación son la entidad más poderosa de la tierra. Ellos tienen el poder de hacer culpable al inocente e inocente al culpable, y eso es el poder. Porque ellos controlan la mente de las masas”.

 

Situación actual del conflicto y guerra mediática contra la Federación Rusa

En los últimos tiempos, los medios de comunicación occidentales convencionales difunden sistemáticamente propaganda anti-rusa con el objetivo de presentar a Rusia como un país agresivo y con intenciones expansionistas. Estas campañas de manipulación mediática y de criminalización de Rusia –también de su presidente V. Putin- son abrumadoras.

La Federación Rusa en ningún momento ha amenazado con invadir Ucrania, de hecho lo ha negado sistemáticamente. Sin embargo, ha señalado en reiteradas ocasiones que no desea que su vecina Ucrania se convierta en una base de agresión de la OTAN a su país. Putin ha reiterado en varias ocasiones que misiles instalados en Ucrania alcanzarían Moscú en cinco o seis minutos lo que supone un peligro de muerte para su país. Es razonable que a Rusia le preocupe esta cuestión y además existen antecedentes históricos: esta situación recuerda a la crisis de los misiles de Cuba de 1962 cuando, tras sucesivas agresiones por parte de EE.UU. a la Cuba revolucionaria, ésta pactó con la Unión Soviética el establecimiento de misiles balísticos nucleares en su territorio con alcance a los Estados Unidos. En ese momento, el presidente Kennedy consideró un casus belli que la URSS instalara misiles tan cerca de sus fronteras. Finalmente, dicha crisis se resolvió con la retirada de dichos misiles a cambio de que EE.UU. retirase los suyos situados en Turquía.

Todos recordamos la mentira que nos contaron para justificar la invasión de Iraq -las armas de destrucción masiva- ahora toca la mentira de que Rusia va a invadir Ucrania. Como dice la célebre frase: «La primera víctima de una guerra es la verdad».

En diciembre del pasado año, la Federación Rusa entregó su propuesta de garantías de seguridad mutua pero EE.UU. no solo ha demorado las negociaciones sino que además ha desatado una campaña de propaganda que sitúa a Rusia como “agresor”. Finalmente, el 26 de enero el Secretario de Estado de los EE.UU. y el Secretario General de la OTAN rechazaron públicamente la propuesta rusa, además tuvieron la desfachatez de pedir a Rusia que de forma unilateral retirase las tropas de sus propias fronteras colindantes con Ucrania.

Mientras tanto, Ucrania está siendo inundada de armas desde que Estados Unidos y la OTAN potenciaron su campaña hostil contra Rusia, afirmando sin fundamento una invasión rusa inminente. Curiosamente, el actual gobierno ucraniano de V. Zelensky ha pedido rebajar la retórica belicista de los medios occidentales, insistiendo en que la amenaza de Rusia no es mayor ahora que en momentos anteriores; aunque no está de más señalar que al presidente ucraniano le viene muy bien la tensión con Rusia para frenar la caída de su popularidad.

Incluso el ya exjefe de la Armada alemana se vio obligado a dimitir por señalar que Rusia no tiene intención de invadir Ucrania.

Esta situación ha llegado al surrealismo más absoluto cuando se puso fecha a dicha invasión el pasado 16 de febrero y, como era de esperar, no hubo ninguna invasión. Al día siguiente la portavoz de Exteriores de Rusia, María Zajárova afirmó: «Avisadme de la invasión a Ucrania para planear mis vacaciones».

Viñeta donde se denuncia el papel de los medios de comunicación como cómplices de la propaganda otanista

Es llamativo como, sin embargo, no se informa de la situación socio-económica actual de Ucrania, que se ha deteriorado a pasos agigantados desde el año 2014 hasta el punto de encontrarse casi en bancarrota y carcomida por la corrupción.

Pero ¿cómo es posible que los medios de comunicación occidentales repitan machaconamente una supuesta amenaza de invasión de Rusia a Ucrania cuando es realmente Ucrania la que agrede al Dombass? No podemos olvidar que los propietarios de las grandes corporaciones mediáticas también poseen capitales en las multinacionales que tienen importantes intereses en los recursos naturales de los países a expoliar por el imperialismo. Nos referimos al conocido complejo militar-industrial para el cual las guerras imperialistas son un gran negocio.

En el caso de nuestro país, como buen lacayo de la OTAN y EE.UU., los medios de comunicación de masas copian la propaganda de guerra norteamericana para que veamos a Rusia como agresor y a Ucrania como víctima. Un ejemplo de esto es la manipulación realizada por el periódico “El País” de un estudio realizado por el Real Instituto Elcano, donde señalan que el 52% de los españoles estarían dispuestos a apoyar una intervención de la OTAN en España cuando justamente ese porcentaje corresponde al rechazo a dicha intervención.

La mentira de la “invasión rusa” tiene un objetivo doble: por un lado, demonizar a Rusia para justificar el ingreso de Ucrania en la OTAN y armarla hasta los dientes para continuar con su agresión al Donbass; y por otro lado, legitimar las agresiones ucranianas al Donbass que buscan provocar a Rusia para que intervenga militarmente en defensa de éste y así hacer realidad la profecía autocumplida de la propaganda otanista sobre la invasión rusa de Ucrania.

Sin embargo, la realidad es tozuda y Rusia no ha caído en las provocaciones a pesar que desde el 18 de febrero el ejército ucraniano ha retomado los bombardeos del sobre el Donbass. Ante esta situación, las autoridades de las autoproclamadas republicas de Donetsk y Lugansk están evacuando a la población civil del Donbass hacia Rusia (región de Rostov) ante la posibilidad de una ofensiva ucraniana inminente.

Esta es la situación en la que nos encontramos actualmente.

 

David Alcázar.

Secretario político del PCE en la provincia de Ciudad Real.

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