Elecciones 23J: Victoria pírrica, ¿derrota estratégica?

El pasado 23 de julio, la clase trabajadora y el pueblo logró impedir, al menos de momento, el triunfo electoral de las fuerzas políticas más reaccionarias (representadas principalmente por el PP y VOX). No obstante, se trata de una victoria pírrica porque la tendencia política de derechización social sigue aumentando: las fuerzas reaccionarias del PP y VOX han alcanzado el 46% de los votantes y el 32% del censo electoral. De hecho, han sido necesarias una reducción sustancial de la abstención en 5 puntos porcentuales (dos millones de votos) y una concentración del voto de izquierda -y nacionalista vasco y catalán- en el PSOE para evitar que la derecha y el neofascismo obtuviesen la mayoría absoluta necesaria para gobernar.

Por tanto, las fuerzas reformistas de izquierda no han conseguido ganar a las fuerzas reaccionarias: el PSOE se ha constituido en segunda fuerza política por detrás del PP; y en relación a Sumar, éste ha perdido representación institucional (siete diputados menos con respecto a los que Unidas Podemos obtuvo en 2019); tampoco ha conseguido desbancar a VOX como tercera fuerza política, a pesar del descalabro electoral de éste último con respecto a los comicios de 2019. No entraremos a analizar en este texto las razones de la pérdida de apoyo electoral del espacio Sumar, que merece una profunda autocrítica colectiva en los foros correspondientes.

La concentración del voto popular mediante la táctica del “voto útil” ha sido practicada con especial habilidad por las fuerzas del bipartidismo clásico (PP y PSOE), que salen más reforzadas frente al resto de fuerzas políticas. Este hecho manifiesta la tendencia actual a la restauración del bipartidismo, que había salido profundamente debilitado tras la crisis económica y de régimen político y con el auge electoral de nuevos partidos como Ciudadanos y Podemos.

Las razones de este crecimiento de las fuerzas reaccionarias se debe fundamentalmente a dos razones. Por un lado, la clase dominante de los países imperialistas, consciente de su declive frente al auge de potencia emergentes -encabezadas por China-, recurre al nacionalismo más reaccionario y al belicismo más agresivo (fascistización social) con el objetivo de mantener su hegemonía, a costa de empeorar las condiciones de vida de la clase trabajadora y el pueblo -como de hecho ya está ocurriendo con la inflación y la privatización de servicios públicos (sanidad, pensiones…)- desviando los recursos públicos a engordar el presupuesto militar para preparar una nueva guerra mundial y repartirse de nuevo el mundo. Por otro lado, las fuerzas reformistas de izquierda, que mantienen su hegemonía sobre las masas trabajadoras dada la ausencia de una alternativa verdaderamente obrera y popular revolucionaria con implantación social, son incapaces de combatir de forma efectiva a estas fuerzas reaccionarias y belicistas. Es decir, sus políticas reformistas son insuficientes para paliar las necesidades inmediatas de las masas trabajadoras y mucho menos satisfacen los intereses más estratégicos de éstas como clases sociales oprimidas que buscan su emancipación social.

En vez de solventar esta situación, las fuerzas reformistas de izquierda (PSOE, Sumar…) se encuentran embriagadas de triunfalismo por haber frenado la llegada al gobierno de las fuerzas reaccionarias y por ende satisfechas por la posibilidad -complicada pero factible- de reeditar de nuevo el “gobierno progresista”. Sin embargo, esta victoria pírrica electoral no frenará la ofensiva capitalista e imperialista: los llamamientos a combatir la ola reaccionaria solo votando a las fuerzas electorales antifascistas son totalmente insuficientes. No podemos reducir la lucha democrática y antifascista solo al ámbito electoral-institucional.

Actualmente, la clase obrera y el pueblo necesitan una alternativa a las fuerzas reaccionarias, y también a las fuerzas reformistas de izquierda, que represente realmente sus intereses como clase trabajadora y pueblo. Es más necesario que nunca aglutinar a todos los trabajadores y trabajadoras en una misma organización política de profundo carácter obrero y revolucionario que represente tanto los intereses inmediatos como estratégicos de todos los trabajadores y trabajadoras de nuestro país. En esta tarea fundamental los trabajadores y trabajadoras revolucionarios debemos tomar la iniciativa como vanguardia de la clase obrera y el pueblo que somos. Tenemos que organizar a la clase obrera y al pueblo trabajador bajo un programa democrático-revolucionario que luche por el establecimiento de la República democrática y el Socialismo. No hacerlo nos condena al fracaso como la experiencia histórica ha demostrado en infinidad de ocasiones. Pongámonos manos a la obra, camaradas.

David Alcázar Nieto
Secretario político provincial del PCE en Ciudad Real

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